Acuerdo Israel-Hamás: fin de la guerra, conflicto histórico persiste
Lo esencial: Israel y Hamás alcanzaron un acuerdo de paz histórico tras dos años de guerra que dejó más de 67.000 vidas palestinas perdidas y Gaza en ruinas, con intercambio de rehenes y prisioneros como eje central del pacto.
Por qué importa: Aunque el acuerdo promete silenciar las armas en Gaza, no puede resolver el conflicto de fondo que es muy profundo y desnuda la fractura interna que desgarra a la sociedad israelí, dividida entre dos visiones irreconciliables sobre el futuro de la nación.
El acuerdo: La primera fase establece tres compromisos fundamentales.
- Israel retirará parcialmente sus tropas de la Franja de Gaza.
- Hamás liberará 20 rehenes israelíes vivos y los cuerpos de otros 28.
- Israel liberará 250 prisioneros palestinos con cadenas perpetuas y 1.700 detenidos desde el inicio de la guerra.
Qué dicen: Los protagonistas del acuerdo histórico reaccionaron con declaraciones contundentes.
- “Me enorgullece anunciar que Israel y Hamás han firmado la primera fase de nuestro Plan de Paz”, declaró el presidente Donald Trump.
- “La guerra en Gaza ha terminado”, sentenció un alto funcionario estadounidense.
- “Un gran día para Israel”, calificó el Primer Ministro Benjamin Netanyahu.
El problema de fondo: Roger Cohen, David Guttenfelder y Saher Alghorra del New York Times revelan en su reportaje “Israel en Guerra Consigo Mismo” que el ataque del 7 de octubre fue la “apoteosis de una lucha largamente gestada entre dos versiones de Israel”: una mesiánica que busca la redención a través del control de toda Eretz Israel (Tierra de Israel), y otra, la del Israel laico y liberal, que defiende los valores democráticos fundacionales.
El símbolo del trauma: El kibutz Nir Oz resume el dilema nacional: casas carbonizadas, triciclos abandonados y la pregunta de su secretario general, Nir Metzger, sobre si demoler y reconstruir o preservar como monumento al horror, mientras la familia Bibas —padres y dos niños pequeños tomados como rehenes y luego asesinados— representa el dolor colectivo.
Netanyahu en el centro de la tormenta: El Primer Ministro enfrenta acusaciones severas de sus críticos.
- Abandonó el principio de “nunca se abandona a un soldado en el campo de batalla”, permitiendo que 41 rehenes murieran en cautiverio.
- Antepuso sus intereses políticos para aplazar una comisión de investigación sobre los fallos de seguridad del 7 de octubre.
- Familias como los Cohen, cuyo hijo Nimrod fue secuestrado, lo consideran su “enemigo” por prolongar la guerra para “poder sobrevivir” políticamente.
Sí, pero: Michael Oren, exembajador de Israel en Estados Unidos, defiende que Netanyahu “vio el 7 de octubre como una llamada de la historia y dio un paso al frente”.
- Por su parte, Moshe Yaalon, exministro de Defensa, denuncia: “Ochenta años después del Holocausto, estamos hablando de limpieza étnica, de supremacía judía, de limpiar la ciudad de Gaza de sus habitantes”.
Las voces del dolor: El trauma trasciende fronteras con testimonios desgarradores en ambos lados.
- Viki y Yehuda Cohen conservan el cubo de Rubik carbonizado de su hijo Nimrod como símbolo de una nación “tomada como rehén”.
- Riwaa Abu Quta, desplazada en Gaza, vive en una tienda tras perder trabajo y esperanzas: Gaza es “el lugar de los funerales”, dijo.
- Aisha Abu Alia en Cisjordania enfrentó a soldados que le dijeron “Palestina no existe” mientras registraban su casa.
La conclusión: Shlomo Ben-Ami, exministro de Asuntos Exteriores de Israel, sentencia con pesimismo forjado en décadas de diplomacia: “No veo posibilidad alguna de una solución de dos Estados. Aquí hay demasiada historia y muy poca geografía”.
- Las palabras de Isaac Rabin de hace 32 años sobre el césped de la Casa Blanca —”Basta ya de sangre y lágrimas. Basta”— resuenan como un eco lejano de esperanza incumplida.
